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EL NUEVO DIARIO, LONDRES.- El laborista Keir Starmer se ha convertido este viernes en el primer político con el título de ‘caballero’ (‘sir’) que asume como primer ministro británico desde el conservador Alec Douglas-Home en 1963.

Otros antiguos jefes del Gobierno recibieron este título o el de lord una vez que dejaron el poder, como ha sido el caso de David Cameron (lord), Tony Blair (sir) o John Major (sir).

A Starmer le fue concedido el título honorífico por la fallecida reina Isabel II en 2014 por sus «servicios al derecho y la justicia penal», ya que fue fiscal general entre 2008 y 2013.

Entre otras tareas, el líder laborista tuvo una destacada labor como fiscal en casos de juicios a terroristas y bandas del crimen organizado.

El laborismo consiguió una aplastante victoria en los comicios de ayer, al ganar 412 escaños, 211 más que en los de 2019, con lo que puso fin a catorce años de gobiernos conservadores.

Orígenes humildes

Pese a su obsesión por la privacidad, el nuevo primer ministro ha relatado una y otra vez los pormenores de su infancia en una familia de clase trabajadora que sufría para llegar a fin de mes.

Nació en 1962 en Surrey, al sur de Londres, un área tradicionalmente burguesa y conservadora, donde siempre se sintió, según su biografía, un poco fuera de sitio.

La figura de su padre, un artesano con fuertes convicciones de izquierda, tiene una importancia capital a la hora de explicar al personaje.

Mantuvo una enorme distancia emocional con sus cuatro hijos, al tiempo que concentraba sus energías en cuidar de su mujer, Jo, aquejada de una rara enfermedad autoinflamatoria, algo que Starmer ha recordado con amargura en varias ocasiones.

Alumno modélico en una ‘grammar school’ (escuelas públicas para los mejores estudiantes), el jefe del Gobierno cursó sus estudios en la universidad de Leeds y posteriormente en Oxford, donde quedó cautivado por la defensa de los derechos humanos.

Coqueteó desde joven con las ramas más radicales del laborismo, llegando a proclamar en una entrevista de trabajo para un bufete de abogados que «la propiedad es un robo» (aunque luego reconoció que era una provocación).

Pese a todo, los más cercanos siempre han detectado en él una esencia de ‘patriota de pueblo’, un hombre de orden con apego por su país y sus tradiciones, alejado de la imagen de abogado elitista y cosmopolita con la que le retrata la derecha.

Jamás ha renunciado a los partidillos de fútbol con sus amigos ni a su abono en el estadio del Arsenal, que lo mantienen pegado a tierra.

Una personalidad indescifrable

Ni su biógrafo ni los periodistas que lo han seguido en los últimos años han conseguido descifrar del todo a Starmer.

Para empezar, suele ser muy reticente a hablar de su vida personal (poco se sabe de sus dos hijos) y de sus convicciones. No se le aprecian a simple vista la vocación y la autoestima que suelen acompañar a los políticos.

Sin embargo, ha demostrado ser implacable cuando lo ve necesario. Alcanzó en 2008 la jefatura de la Fiscalía tras haberse labrado una reputación como abogado de derechos humanos.

Seis años más tarde abandonó el Ministerio Público para dar el salto a la política como candidato laborista y pronto llamó la atención de Corbyn, que lo incorporó a su equipo primero como portavoz de Inmigración y posteriormente del Brexit.

Tras la renuncia del líder por su derrota en 2019, Starmer se posicionó como candidato de unidad en las primarias y salió elegido para reconstruir el partido.

Desde ahí no le ha temblado la mano para purgar a Corbyn por su inacción contra el antisemitismo y laminar a todo el sector crítico.

El resultado a cuatro años de golpe de timón llegó hoy. Ahora le toca a Starmer navegar por unas aguas aún más procelosas que las de su partido.

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Por admins

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