[ad_1]

Crónicas Dominicales

Instintivamente Vicentico se colocaba detrás de la puerta principal al rayar las cinco de la tarde, esperando la llegada de su padre.

Rufina, su nana desde que vino al mundo hacía de todo para disuadirlo de esa acción.

Le buscaba su programa de muñequitos preferido, lo trataba de movilizar de su puesto ofreciéndole una de sus golosinas predilectas, pero el deseo de esperar a Pedro Coste, su padre superaba cualquier otro atractivo.

Su oído estaba tan afinado que sentía el motor del Peugeot 308 cuando se deslizaba por las rampas del parqueo, la puerta del vehículo cerrarse …y todos los sonidos hasta sentir que la puerta la estaba abriendo y con toda la alegría se abalanzaba sobre el hombre joven aún, de unos 35 años; que, por los avatares de la vida, lucía de más de cuatro décadas.

Padre e hijo duraban prolongados minutos fundidos en un fuerte abrazo, con toda la alegría de una fuente de cariño inagotable.

Colocando su abultado maletín en el mueble de siempre, su chaqueta impecable de gabardina inglesa en el porta sacos… hasta quedar aligerado de ropa.

– ¿Ven cuéntame, Vicentico cómo te fue en el colegio hoy? –

-Hice todas mis tareas bien, la profe Mariela sólo me corrigió algo- y todos los amiguitos se portaron bien conmigo.

Vera me regaló un chupetón-

Tienes entonces que llevarle un chocolatín a tu amiguita Vera, que te buscaré más tarde.

-Qué bien Papito le entregaré con un abrazo ese dulce a mi amiga querida-

La profe Mariela nos preguntaba a los compañeritos y a mí, cuál era el oficio o profesión de nuestros padres-

Vera dijo que su papá operaba gente; Miguelito que el suyo hacía carreteras y hospitales; Juanita dijo que don Juan era como el mandamás de un gran supermercado-

¿Y qué tú dijiste que hacía yo?

Algo así como hacer que el dinero de la gente creciera, sin la gente tener que trabajar-

Pedro duró unos minutos largos explayado, muerto de la risa con la ocurrencia de Vicente.

-Mira carajito, la próxima vez tú le dices que tu papá es un banquero, que maneja un puesto de bolsa, colocándole el dinero de los clientes en compañías del mundo entero, para obtener los mejores beneficios.

-Anja Papito, pero fue lo mismo que le dije, con otras palabras-

-A ti no hay quien te gane-

Búscame las chancletas y dile a Rufina que me traiga una copa de vino.

-Pero viejito, aquí están las chancletas, colocándolas junto a sus pies-

Y tocando las manos, como simulando un acto de magia, apareció la rechoncha nana, con la copa de vino predilecta-

Viejito enciendo tu sinfónica, como tu llamas a ese aparataje para que escuches tu música…

Como lo sabes Vicentico, hay que olvidarse del ajetreo de cada día con el placer de compartir con un duende alegre como tú y unas cancioncillas.

¿Y las tareas, ya las hiciste?

Si, desde que comí temprano.

Te la busco ahora para que la chequee.

Pedro y Rosita después de casi ocho años de un accidentado noviazgo habían contraído nupcias y desde el comienzo determinaron que esa unión no iba a prosperar y se prepararon para una separación lo menos traumática posible.

Parece que en una noche de copas y de gozo ocurrió lo no deseado.

La reacción de la joven mujer a principios fue abortar, pero el esposo le hizo entrar en razón de no asesinar al ser incipiente.

El se haría cargo de su crianza y cuidado desde que pasara el período de lactancia.

Dicho y hecho, la joven mujer desapareció como un fantasma de la vida de su esposo e hijo.

Pedro había hecho lo indecible para que nada faltara en la vida de su primogénito, llenándolo de cariños y satisfacciones.

Después de chequear las tareas junto a Vicentico, el hombre extrajo una hoja inmaculada de una textura especial y empezó hacer unos doblajes y en instantes quedó listo el VP-3, el modelo de avión de mejor desplazamiento por todo el apartamento.

¿Dime Vicentico, porqué se llama VP?

-Ya te lo he dicho muchísimas veces, por Vicente y Pedro-

¿Y hoy no le pondrás un mensaje?

Cierto, aquí está:

Pedro quiere mucho, pero muchísimo al niño Vicente.

Mañana te comenzaré a enseñar a hacer los avioncitos.

Oíste bien, mañana me enseñas…

Nunca te fallo hijo querido, dándole un fuerte abrazo.

Al día siguiente el niño se empecinó con el padre para aprender a fabricar los aviones de papel.

Pedro colocó una abultada cantidad de papeles de un lado y del otro.

Hizo que el niño tomara una hoja y fuera repitiendo paso por paso los doblajes que él hacía.

Después de repetir la acción por veinte ocasiones, hizo que Vicente hiciera los doblajes solo, hasta hacer diez aviones él, sin ningún tipo de ayuda.

Salió disparado por todo el apartamento mostrando su logro, llegando donde la nana a la que sacudió y la hizo volar su avioncito.

Papá viste que tu hijo ya sabes tanto tú.

De momento me enseñas a colocar el dinero de la gente para que ganen mucho «sin trabajar».

Sorpresa, sabes cómo se llamará el nuevo modelo fabricado por el señor Vicentico: VV-01

Y eso porqué Vicentico, por Vera y Vicentico.

Unos días después, como de costumbre Vicentico asumió su roll de la espera detrás de la puerta principal y el tiempo pasaba y nada de oír el sonido del vehículo de su padre.

A duros ruegos Rufina logró despegarlo de su puesto de vigilancia para darle la cena al niño, que apenas probó.

La misma Rufina mal disimulaba una fuerte preocupación…

Se decía para si «al Don si se le presenta una reunión, una salida o algo, lo primero que hace es llamarme…»

Tengo una mala corazonada.

Se había acostado con el niño para tranquilizarlo, tenía el ánimo en el suelo, no quiso ni volar sus aviones…

La llamada llegó bien entrada la noche, superaba la una de la madrugada.

Era una voz fría, indolente que preguntó primero si era de la residencia de Pedro Coste y luego quería saber quién era yo.

Para dejarme caer así de un tirón, que el patrón había fallecido, que estaba en algo así como una morgue de la clínica Crematic, algo así.

Se me fue el tino, pero atiné llamar a su hermano Lucas.

Muchos años después en su primer viaje de entrenamiento a Wall Street Vicentico llevaba en el bolsillo interior de su traje un avioncito de papel, modelo VP-001 que decía en una de sus alas «cuánto te recuerdo y cuánto te quiero viejo».

Autor: Fernando Despradel 



[ad_2]

Source link

Por admins

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *