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La migración económica haitiana “per se”, no debería ser una amenaza para la República Dominicana. Pero el rezago e ínfulas imperialistas de la clase política haitiana, desde Toussaint Louverture hasta Claude Joseph; no ofrecen ese ambiente de cordialidad y convivencia entre dos pueblos que comparten una misma Isla. Da a entender que la plutocracia haitiana, y su clase política no abandonan las ambiciones anexionistas de una sola nación, siempre tratando de acomodar la historia a su propia desgracia.

A 180 años de existencia histórica de la nación dominicana, la clase gobernante haitiana no ha querido asumir la soberanía e independencia de la República Dominicana. Haití ha sido escurridiza en el cumplimiento de compromisos y acuerdos de Estados entre ambas naciones. Para muestra el último botón: la construcción unilateral del actual canal de riego en el río Dajabón. De igual manera también se han pasado por el “forro” la mesa bilateral dominico-haitiana cuando no le ha convenido. Pero, raudo y quejoso nos tocan las “gónadas” ante las Naciones Unidas cada vez que la República Dominicana ejerce su soberanía aplicando la Ley de Migración…puro chantaje político.

No es un secreto que la clase política haitiana, tanto de izquierda como de derecha, en las figuras de los expresidentes: Manigat, Aristide, Martelly, Preval y Moise. A los que habría que sumarles a Barbeque y otros cabecillas de bandas haitianas promueven una ideología del odio hacia la República Dominicana. A ninguno les conviene asumir que nuestras naciones son siamesas geográficamente, que nadie abandonará su parte de la Isla, y que nadie se mudará. Por lo tanto, seguir irrespetando la soberanía nacional dominicana como en bastantes ocasiones ha ocurrido no ayuda a la convivencia pacífica y armoniosa de ambos pueblos, todo lo contrario, sus migrantes pagan las consecuencias.

De nuestro lado, y “a ojo de buen cubero” se identifica una plutocracia dominicana y parte de los operadores de la seguridad nacional, antihaitianos de “pura cepa” y muy dominicanista entrampado en su doble moral. Beneficiándose de la migración haitiana, pero públicamente arremetiendo contra esa migración de pobreza. Preguntémonos ¿En qué finca o empresa de construcción dominicana no hay un trabajador haitiano mal pagado? Esa misma plutocracia, la que con el discurso público fustiga al presidente Abinader por pedir el levantamiento del visado Schenguen; asociando tal pedido a un malvado plan macabro del actual gobierno para sacar dominicanos de la Isla y sustituirlos por más migración haitiana. Lamentable discurso que aprovechan populistas, pichones del autoritarismo del patio para ganar espacio, con un lenguaje vacío de contenido, peligroso y nada saludable para la democracia dominicana.

Para bien o para mal, la República Dominicana es signataria de casi todos, por no decir de todos los tratados internacionales sobre Derechos Humanos, Migración, Trabajo, Asilo y Refugio, entre otros. Verdadero “talón de Aquiles” usado como arma arrojadiza por la clase política haitiana contra la República Dominicana cuando les conviene.

Sí, cierta razón cabe al pensar que la migración masiva de haitianos hacia la República Dominicana representa una amenaza para la existencia misma de la nación dominicana. El análisis histórico, los comportamientos y accionar de la clase política haitiana, nos llevan a esa reflexión. Sin que esto suponga caer en el antihaitianismo que no lo pretendemos, ni es nuestra posición. Pero asumir la actitud del avestruz ante el peligro, como hacen algunos de nuestros políticos no ayudará a que desparecerá la amenaza.

 

Juan Cuevas

Abogado y ex cónsul dominicano en Madrid.



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