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Tenemos dominicanos regados por todas partes del mundo. Sobre todo, en los Estados Unidos y Europa. Y hasta donde podemos imaginarnos.
La gente sale del país con el sueño de progresar, un anhelo que no siempre logra identificar en su propio territorio. Y que tampoco nos hemos ocupamos de ayudar a lograrlo.
Y como todo el que procura ese sueño trabaja intensamente para alcanzar lo mejor para sí y para ayudar a los suyos. Es una actitud asombrosa del que emigra y mantiene ese apego al territorio que le da el origen y la familia.
Las remesas son la mejor muestra de esos lazos inquebrantables con los suyos. Más de 10 mil millones de dólares anuales a nuestra economía tiene una significación emocionante igualmente asombrosa, pues nos devuelven lo que les hemos negado como sociedad.
Si lo pensáramos bien, dejamos ir a parte de nuestro progreso en la creación de riqueza. Y un país esperando por ser organizado.
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