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¿Con qué deshonroso derecho nos pasamos 159 años -desde el fin de la Guerra Restauradora- gobernando el país, sin darle a RD una solución estratégica -desde el punto de vista de nuestros intereses- al más grave y grande problema que tenemos, que es la ingobernabilidad haitiana?

¿Cómo diablos, cuando un presidente logra que la ONU atienda el problema haitiano; ejecuta controles nunca antes hechos en el tema migratorio, y propone un pacto de nación para encarar juntos el problema, se sabotea esa estrategia por razones de conveniencia política grupal?

¿Cómo viene a ser que cuando Luis Abinader propone una reforma constitucional para cercenar de cuajo el histórico mal de fondo institucional de la República, que ha sido el continuismo que cobija la ambición desmedida de poder, dejamos que el tema no sea abordado en su histórica trascendencia?

¿Cómo explicar los intentos de boicotear, cuál si fuera cosa del diablo, otra reforma constitucional para que en la forma –personalizada y no ponderada de manera colegiada– de elegir la jefatura del Ministerio Público continuemos arriesgándonos a elegir a una persona equivocada como principal defensor de la sociedad?

¿Cuándo concedimos a políticos el derecho a pasarse los últimos 50 años despilfarrando el crecimiento económico generado por las fuerzas productivas, y pese a toda la riqueza producida nos dejaron un país sumido en el más injusto atraso estructural?

¿Cuándo le dimos patente de corso a quienes derrocharon todo el dinero producido por el país, dejándonos unas finanzas públicas quebradas?

¿Cuándo los autorizamos a desperdiciar y robarse todo ese dinero, resultando que mientras el mundo sobrepasa la Era del conocimiento y entra a la Inteligencia Artificial, que representa un salto gigantesco de la eficiencia y el confort impactando la calidad de vida de la gente,  a nosotros nos dejaron el país sin agua, ni luz, sin  adecuados sistemas de educación y salud, de seguridad social y ciudadana, con caos en el transporte, un tollo medioambiental y sin drenaje pluvial y de aguas negras?

¿Un país en el que cuando el mundo va a cerrar el primer cuarto de siglo del XXI con enormes avances civilizatorios, aquí nadie quiere respetar nada y hacer cada quien lo que se le venga en ganas cuando quiera y donde quiera, producto de una aberrante arritmia institucional que apenas ahora empieza a cambiar?

¿Y cómo, santísimo, es que cuando magistrados de la entereza y capacidad de Miriam Germán, Yeni Berenice y Wilson Camacho emprenden unos procesos para cortar en seco la impunidad de los corruptos, gran parte de los cuales confiesan su culpabilidad, devuelven bienes públicos mal habidos y se delatan entre sí, aparece gente que ataca la acusación y cuando los ponen en su sitio alegan amenaza a la libertad de prensa y aparecen alegados periodistas serios que se incriminan haciéndoles coro?

Pero ¿cómo demonios cuando aparece un presidente excepcionalmente honesto y trabajador, ungido con casi todo el poder democrático del pueblo, proponiendo un conjunto de reformas para que entre todos concertemos el inicio de las soluciones a todos esos problemas hay quienes intentan boicotear la concertación y se burlan en nuestras narices de la necesidad de hacer esos cambios, cuyos partidos y líderes tuvieron oportunidad y no lo hicieron pues estaban mirando para otro lado?

Por suerte gran parte de esas preguntas críticas fueron respondidas en estos días positivamente por el liderazgo empresarial, encabezado por Julio Brache, de la Asociación de Industrias; Celso Juan Marranzini, del Conep; y Laura Peña de la Copardom quienes conforme publicaron los periódicos Hoy y El Nacional defienden ardorosamente un Pacto de Nación que incorpore las reformas que nos permitan avanzar hacia el desarrollo en el mediano plazo.

Qué bien que coincidan así con la Visión 2036 del presidente Abinader para que los 3 próximos gobiernos desarrollen políticas públicas que nos permitan duplicar el PIB en 12 años.

Los actuales actores de la vida nacional, liderados por el presidente Luis Abinader, tenemos la obligación histórica de no dejarle a quienes nos sucedan un país tan deficiente, desorganizado y atrasado como el que encontramos hace 4 años.

POR NELSON MARTE



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